Agotados pero a la vez entusiasmados. Así es como nos sentimos al poco de llegar de nuestra última escapada: Tanzania. Cansados, porque ha sido un viaje muy exigente físicamente y, además, lo hemos afrontado con las peores condiciones de salud que nunca habíamos sufrido antes de salir de casa…
Y realmente impresionados de haber vivido una experiencia única, soñada hace tiempo, y que ha parecido transportarnos literalmente a alguno de los documentales de vida salvaje que tanto nos gusta ver desde el sofá…




¿Un safari en África? Esta pregunta nos la hicimos poco antes de decidirlo. Se trataba de uno de los proyectos de nuestra larga lista de propósitos viajeros, y que hemos podido montar en un tiempo record. Apuramos tanto, que incluso comenzamos los safaris sin que la empresa contratada recibiera a tiempo parte de un pago por transferencia.
Por suerte, los chicos de la empresa It started in Africa se han comportado de maravilla, y todo ha salido genial. Y es que para abaratar costes, y sabiendo que es complicadísimo hacer este tipo de safaris por Tanzania por nuestra cuenta, nos ponemos en contacto directamente con una empresa tanzana, obviando los intermediarios y las agencias de viajes de nuestro país.






Y lo que decíamos. Nos vamos con mucha ilusión nada más empezar el nuevo año y después de un final de 2015 estresante en el trabajo. Resultado, una contractura enoooorme en la espalda que permite pocos movimientos, un inicio de resfriado agravado por los vuelos (malditos aviones) y unos efectos secundarios horribles (en forma de dolor de cabeza y estómago) al tomar los medicamentos contra la malaria.
Uf! Llegamos a Dar es Salaam (la ciudad más poblada del país) como dos auténticos zombies. Y para no perder tiempo (sólo disponemos de 10 días de viaje y ya hemos gastado el primero en 2 larguísimos vuelos – Barcelona-Doha / Doha-Dar es Salaam -) volvemos a hacer un vuelo interno hasta la ciudad de Arusha, auténtico epicentro de las salidas, rutas y safaris por los principales Parques Nacionales.



Pero algo tienen los viajes, que hacen que el cuerpo se recupere más rápido, y sólo de ver tanto movimiento y vida en esta ciudad, empezamos a recuperarnos como si la euforia de encontrarnos ante una aventura tan esperada, ayudara a las defensas de nuestro organismo a recuperar la vitalidad.



Al día siguiente, conocemos a Shisho, nuestro guía/conductor que nos llevará los próximos 5 días por 3 de los principales Parques del país: Lake Manyara, Serengeti y Ngorongoro. ¡Uauuu! Solo oir estos nombres tan míticos, ya nos produce una emoción increíble.
Shisho, un simpático tanzano con largas rastas, nos deja claras, desde el primer momento, las intenciones del safari: – «mi nombre significa Suerte, así que no os preocupéis, conmigo podreis ver toda clase de animales!» – nos dice.
Le explicamos que no somos coleccionistas de nada, y que no tenemos intención de ir borrando nombres de animales de ninguna lista a medida que los vemos, como si se tratara de una competición.
Todo lo contrario. Preferimos ver menos, si es necesario, pero disfrutar de cada momento. Contemplar la vida salvaje con calma, y si puede ser, en las mejores horas de luz… Al final del viaje, descubriremos que la mezcla de las dos opciones ha sido perfecta, y que la suerte se ha aliado con la calma y la tranquilidad de una manera perfecta!!





En futuros posts ya detallaremos los Parques y las sensaciones vividas pero realmente, ver la vida animal tan de cerca y en su estado natural, ha sido una experiencia única. Nos cautiva de la misma forma algún animal solitario como los grandes grupos de animales corriendo por la inmensidad de la sabana africana.
El lago Manyara nos sorprendió por ser la primera toma de contacto con la fauna, el Serengeti por su tamaño y la paz que transmite, y el Cráter del Ngorongoro por reunir tanta vida en el interior de un volcán… ¡Cada Parque nos ha ofrecido momentos únicos!





Y todavía alucinados por tantas experiencias vividas durante el safari (incluida la de ser rescatados en plena noche en el Serengeti porque nuestro guía no encontraba el camino hasta el campamento), reservamos los últimos 3 días del viaje para visitar la isla de Zanzíbar, un lugar mítico por sus playas.
Buscamos relax y paraíso, y a pesar de encontrarlo, nos preocupa el grado de turismo que esta bellísima isla empieza a mostrar, y todo lo que ello conlleva. Pisar la playa ante los hoteles es rodearte de vendedores de souvenirs, de recomendadores de restaurantes, de programadores de excursiones en barco…
Quizá en parte es culpa nuestra, al elegir la zona de Nungwi (noroeste de la isla) como destino, ya que está llena de hotelitos frente a la playa llenos de turistas como nosotros, dando la espalda a los poblados de carácter pesquero, donde la vida es realmente dura.
Y no nos entendáis mal, que la cosa no es negativa en absoluto. ¿A quien no le gusta una bonita playa y el descanso en un buen hotel? Simplemente nosotros nos volvemos a dar cuenta, que nos decantamos más por otro tipo de turismo…



Por suerte, paseos por la costa permiten alejarse de los grandes hoteles, y disfrutar de entornos realmente magníficos. Y claro, tampoco hay que engañarse, playa, palmeras, piscina y sol, son sinónimo de Buena Vida…
¡Ah! Y nos lo pasamos estupendamente recorriendo las laberínticas calles de Stone Town, la ciudad vieja de la capital de Zanzíbar. Realmente un lugar impresionante (post en preparación).
Tanzania ha sido uno de aquellos viajes que nos gusta definir como visuales, de los que nuestros ojos no se han cansado de ver cosas nuevas, diferentes e impactantes. De contrastes, mucho calor, mucha risa, alguna que otra preocupación, un montón de buenas sensaciones, pobreza, pero también coraje. En definitiva, un abanico de colores… ¡los colores de África!