Después de pasar unos días en la capital, Reykjavik , nos morimos de ganas de iniciar la ruta que tenemos planeada por el sur de Islandia. Y como hemos dicho, nada mejor que realizarla en campervan. Hemos probado autocaravanas de muchos tamaños, pero esta será la más pequeña de todas las que conduciremos. Se trata de una simple furgoneta (en nuestro caso una Renault Kangoo), acondicionada para acoger un colchón en la parte posterior. Máxima libertad para visitar un país increíble.

La mayoría de la ruta que tenemos prevista son lugares que ya conocemos (visitada en octubre de 2011), pero estamos encantados de volver a ver paisajes increíbles, y con el añadido de ser en una estación muy diferente, sin tanta nieve y frío como la primera vez. Y además, visitaremos una parte interior del país, que desconocemos y que nos hace mucha ilusión…
La primera reacción una vez nos hacen entrega del vehículo es: – «… oh, oh! Esto es muy pequeño! «- Pero con los días descubriremos que con una buena organización, es más que suficiente para dos personas. Y lo que realmente importa es que podremos acampar donde queramos.
Islandia es un país que permite la acampada libre, y esto quiere decir que, mientras no sea (o parezca) una propiedad privada y/o encuentres ningún cartel de acampada prohibida, podremos pasar la noche allí donde nos vaya bien. ¿Y que significa eso? Pues que, además de ahorrarnos unos euros, podemos situarnos muy cerca de los lugares a visitar.



La campervan parece más que correcta, pero la experiencia acumulada en el alquiler de vehículos en el extranjero, nos hace ser extremadamente cautelosos.Mientras el chico de la compañía nos hace firmar los papeles y nos muestra el funcionamiento de todo, no paramos de observar, probar y tocar todo lo que formará parte de nuestro nuevo hogar durante los siguientes días. Nos quejamos del estado de algunos utensilios de cocina que vienen con el alquiler, y nos hacen acompañarlos a un almacén donde gestionan los vehículos y nos los cambian por otros nuevos. ¡Genial!
Aprovechamos un banco cercano para volver a cambiar moneda (tienen mejor cambio que en el aeropuerto) y una vez nos estamos solos es cuando llega ese momento que tanto nos gusta. Esa mezcla de nerviosismo, expectación y ganas de comernos el mundo. ¡Vamos!



El día anterior ya habíamos hecho una compra de provisiones para llevar con nosotros, así que de momento somos completamento autosuficientes. Nos encanta probar la gastronomía local y somos mucho utilizar una ruta como test de diferentes cafeterías y restaurantes, pero también intentaremos economizar el viaje cocinando el máximo en la campervan. Disponemos de un pequeño fogón de gas y 4 utensilios de cocina para poder prepararnos la comida.
La primera parada es cercana. Nos detenemos en la población de Hveragerði para comer y comprar un poco de pan. Conducimos por la famosa carretera 1 que rodea todo el país, dirección este, y pasamos por la cascada Skogafoss,la larga playa de Dyrhólaey y el pueblo de Vík.
Seguimos ruta, y por fin entramos en el Parque Nacional de Vatnajökull, donde se encuentra el glaciar más grande del país. Sólo observando un mapa nos hacemos una pequeña idea del tamaño, considerado uno de los Parques más grandes de toda Europa (ocupa aproximadamente el 12% del territorio de Islandia) e incluye otros Parques existentes, como Skaftafell en el suroeste, y Jökulsárgljúfur en el norte.





Conducimos con la boca abierta, admirando los paisajes que sólo este país puede ofrecer, y continuamente vamos parando para hacer fotos y admirar el entorno. Y es que sin darnos cuenta, el día nos pasa rapidísimamente, y parte de la culpa la tiene el llamado Sol de Medianoche.
En esta época no se hace de noche, y aunque baja la intensidad de la luz cuando debería oscurecer, siempre tenemos la sensación que no es muy tarde, y que podemos continuar la ruta. Pero es importante administrar las horas y saber cuándo parar. Y eso es lo que hacemos. Buscamos un lugar tranquilo donde estacionar la campervan y pasar la primera noche. Nos cuesta un poco decidirnos, pero finalmente un pequeño descampado, no muy lejos de la carretera nos parece una buena opción.

El día siguiente lo empezamos madrugando, ya que tenemos previsto hacer una excursión para ver los populares puffins o frailecillos. Tenemos muchas ganas de fotografiarlos en su entorno, y la mejor opción es contratar a un fotógrafo que nos hará de guía y nos llevará, a la que según él, es el mejor lugar donde admirarlos con tranquilidad. Enar es un tipo cordial, que conoce muy bien la zona, y al ser fotógrafo sabe perfectamente dónde encontrar los sitios más visuales desde donde ver estas aves tan simpáticas.
Nos lleva a Ingolfshordi, una Reserva Natural donde, para llegar, tenemos que cruzar una larga extensión de playa con un gran tractor. Sólo las enormes ruedas de este vehículo nos permiten cruzar la arena húmeda sin hundirnos. La excursión es espectacular, y ya hablaremos con toda clase de detalles en un próximo post.





Nos dirigimos hacia uno de los puntos más bonitos que recordamos de la anterior visita. Se trata del lago Jokursarlón, con sus enormes «bloques» de hielo flotando en la laguna. La visión es espectacular. Aunque sabemos que es temporada alta, nos sorprende la muchísima gente que encontramos. ¡Que haremos! Todos queremos admirarlo.
Pero conseguimos encontrar una zona donde no hay casi nadie. Sólo tenemos que huir de los grandes aparcamientos y las zonas de alquiler de embarcaciones para encontrarnos menos turistas. Y pensar que en temporada baja puedes admirarlo completamente solitario…




Y no nos olvidemos de visitar la playa donde desemboca el lago. Los bloques de hielo navegando hacia mar abierto crean una visión fantástica. ¡Ah! Y si lo que queremos es una imagen increíble sin tanta gente, tenemos que visitar también el menos conocido lago Fjallsarhon. Muy cerquita de su primo mayor Jokursarlón, es más pequeño, pero también bastante impresionante.



Tenemos hambre, y continuando por la carretera 1, a unos 15 minutos encontramos el Hale Country Hotel (Gistiheimilið Hale), uno de los pocos lugares donde comer cerca del lago, y conocido sobre todo por su fachada en forma de estante de libros gigantes …

Nos gustaría continuar la ruta, pero somos conscientes de que no disponemos de los días necesarios, y nuestro ritmo tranquilo nos hace tomar la decisión de deshacer camino y no ir más allá.
Así que volvemos hacia el oeste hasta llegar de nuevo a Vík. Su playa nos encanta, y pasamos la noche en el camping del pueblo. Hoy buscamos la compañía de otros campistas y sobre todo una buena ducha. ¡Y caramba! la casualidad hace que las estén arreglando y la provisional (porque sólo mantienen una para todos) esté a punto de caerse a pedazos. Jejeje, un baño en la playa habría sido más productivo…



Cocinamos un poco de pasta y cenamos en la cocina comunitaria del camping. Empiezan a caer cuatro gotas, justo cuando decidimos ir a dormir. Mañana será día de visitar algunas de las maravillas más populares del sur de Islandia. Geisers, cascadas … Pero eso será el próximo post.