El segundo fin de semana de nuestra aventura canadiense decidimos salir de la ciudad y ver algo más. ¿Y qué podemos encontrar relativamente cerca y que sale en todas las guías? Pues las Cataratas del Niágara, ¡uno de los espectáculos naturales más visitados del país!
Este grupo de cascadas forma parte de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, y se pueden visitar desde los dos países. Los dos se reparten casi a partes iguales el terreno, e incluso encontramos dos pueblos llamados iguales: Niagara Falls a ambos lados de la frontera. En terreno estadounidense encontramos una de las cascadas y en el lado canadiense se encuentra seguramente la más grande e imponente, la llamada Horseshoe Falls (cascada de herradura), por su forma. Son más de 50 metros de salto de agua, que cae sin cesar en un bucle hipnótico, y es justo cuando estamos al lado de la caída del agua cuando entendemos el nombre que le dio la tribu que vivía en estas tierras hace muchos años: «trueno de agua».
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El día fue lo que nos definieron como típico de primavera canadiense: momentos de sol, de nubes, viento, e incluso nieve… Por la mañana hacemos una ruta sensacional visitando bodegas de la zona y probamos quesos y los fantásticos vinos que aquí producen. Nuestra amiga Ana nos vuelve a hacer de guía (próxima entrada). Y por la tarde llegamos a las Niagara Falls. No bajamos hasta los miradores que podemos encontrar a nivel del río, ni subimos al barco que navega por el Niagara y se acerca a la caída del agua (todo es de pago), ya que hacía bastante frío y sólo nos faltaba quedar empapados! Pero sí pudimos disfrutar de las maravillosas vistas de todo el conjunto y durante unos instantes de salidas del sol que provocaban un enorme arco iris sobre la gran cascada.
El lugar se ha convertido en un gran centro turístico y atrae cientos de visitantes cada día, lo que ha hecho crecer en torno a este espacio natural una pequeña ciudad parecida a Las Vegas. Hoteles, restaurantes, casinos… La verdad es que da un poco de pena ver estos enormes bloques de cemento junto a esta maravilla de la naturaleza. Pero si se evita pensar en ello, impresiona mucho acercarse a uno de los recuerdos que de pequeños nos hizo soñar. Allí es donde Superman (en la primera película) rescataba a un niño que caía al agua…
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Ah! Y otra cosa importante es evitar hacer odiosas comparaciones. Las Cataratas de Iguazú juegan en otra liga…